domingo, 9 de enero de 2011

Los Mayas, Pasado y presente


SE DICE que constituyeron una de las más grandiosas culturas de América. Tal afirmación no sorprende, pues aquellos antiguos pobladores de Belice, El Salvador, Guatemala, Honduras y México fueron excepcionales en los campos de la arquitectura, pintura, alfarería y escultura. Concibieron, además, un elaborado sistema de escritura, hicieron grandes progresos en las matemáticas e incluso perfeccionaron un calendario que tomaba como base el año solar. ¿De quiénes hablamos? De los mayas, artífices de una de las más ricas y brillantes civilizaciones del continente americano.

Gran parte de lo que sabemos de este antiguo pueblo se ha aprendido de los relieves e inscripciones en piedra. Su sistema de escritura contenía más de ochocientos caracteres, muchos de ellos jeroglíficos, con los que dejaron testimonio de su historia y sus costumbres en escalinatas y dinteles, así como en losas y pilares de piedra. También escribían sobre papel, elaborado con la albura de una higuera silvestre llamada amate, y formaban libros (conocidos como códices) doblando las hojas en forma de acordeón y colocándoles tapas de piel de jaguar. Aunque unos cuantos de aquellos volúmenes han sobrevivido hasta nuestros días, la gran mayoría fueron destruidos cuando los españoles conquistaron a los mayas cerca del año 1540 de nuestra era.

Se cree que el primer asentamiento agrícola maya tuvo lugar unos mil años antes de Cristo, en las tierras bajas del norte de Guatemala. Sin embargo, su cultura alcanzó el máximo esplendor entre los años 250 y 900 de nuestra era, durante el llamado período clásico. Repasemos brevemente lo que se conoce de los antiguos mayas.

El calendario maya
Los mayas crearon un calendario anual bastante preciso, que incluso tomaba en cuenta el año bisiesto.

El año consistía en 365 días: 364 repartidos en 28 semanas de 13 días, y el día número 365 (el 16 de julio), que iniciaba el nuevo año. ¿Qué hay de los meses? En este calendario (reproducido sobre estas líneas) había 18, cada uno con 20 días. Así, las semanas y los meses transcurrían independientes, con una sola excepción: cada 260 días (resultado de multiplicar 13 por 20), el principio de la semana y del mes caían en la misma fecha. Como señala la Enciclopedia Encarta 2000, “el calendario maya, aunque muy complejo, era el más exacto de los conocidos hasta la aparición del calendario gregoriano”.

Arquitectos magistrales
Los mayas esculpieron la piedra con maestría; también construyeron con cemento y piedra caliza magníficos templos y pirámides. Estas últimas se parecen mucho a las de Egipto, por lo que en el pasado hubo quienes concluyeron —erróneamente— que este pueblo descendía de los egipcios.

En Guatemala, Honduras y la península de Yucatán (al sur de México) se han encontrado ruinas de ciudades mayas construidas en piedra. En su apogeo, el imperio abarcaba más de cuarenta de tales poblaciones, y cada una tenía entre 5.000 y 50.000 habitantes. “En la época de mayor prosperidad, el pueblo maya bien pudo haber alcanzado los dos millones de personas, que se concentraban en su mayoría en las tierras bajas de la actual Guatemala”, señala The New Encyclopædia Britannica.

Ahora bien, aquellas espléndidas construcciones urbanas jamás se habrían levantado sin el arduo trabajo de los laboriosos campesinos. Aparte de cultivar alimento para sus familias, debían trabajar en la construcción y producir las cosechas para mantener a los nobles y a los sacerdotes, cuyas ocupaciones se consideraban más importantes.

La vida familiar
La familia maya era muy unida. Con frecuencia vivían bajo el mismo techo abuelos, padres e hijos. Los hombres y los muchachos mayores atendían casi todas las labores del campo; las jóvenes aprendían a cocinar y confeccionar la ropa, y cuidaban de sus hermanos menores.

Entre sus cultivos figuraban el aguacate, el chile y el camote (batata), pero su principal fuente de alimentación era el maíz, que se preparaba de múltiples maneras; por ejemplo, formando discos redondos y planos, hoy conocidos como tortillas. Hasta el balché (una bebida embriagante) lleva este grano como primer ingrediente. Se calcula que el 75% de los alimentos que consume la población maya hoy día contiene maíz en alguna de sus formas, si bien es posible que en el pasado la proporción fuera aún mayor.

Multitud de divinidades
La religión constituía una parte fundamental de su vida. Adoraban a una gran multitud de deidades (en un solo documento se mencionan 160). Por citar solo algunas, estaban el dios creador, el dios del maíz, el dios de la lluvia y la divinidad solar. Las mujeres iban en peregrinación al templo de la diosa Ixchel, en la isla de Cozumel, para rogar que las hiciera fértiles o, si ya estaban embarazadas, que el parto no tuviera complicaciones.

Para los mayas, cada día tenía importancia religiosa y cada mes del calendario, su propia fiesta. Además, el entierro de los muertos merecía ceremonias especiales. Después de pintar el cadáver de rojo, lo enrollaban en un petate (esterilla de palma), junto con algunas pertenencias, y lo enterraban bajo el piso de la casa donde había vivido. A los gobernantes les brindaban un trato diferente: sacrificaban a la servidumbre para sepultarla con ellos debajo del templo, en el interior de una pirámide, junto con diversos utensilios que consideraban necesarios para la otra vida.

Durante sus rituales llegaban a perforarse las orejas, las extremidades inferiores e incluso la lengua. Las escenas representadas en esculturas, murales y cerámicas revelan que los sacrificios formaban asimismo parte de la religión. “Frecuentemente los llevaban a cabo con toda clase de animales —explica el doctor Max Shein en su libro El niño precolombino—, pero el sacrificio supremo era el de la vida humana. Las víctimas de estos ritos eran soldados enemigos y esclavos, pero también niños de ambos sexos.” Algunos historiadores hablan de un tiempo en el que se ofrecían novias al dios de la lluvia: arrojaban viva a una joven a un cenote sagrado de Chichén Itzá; si esta continuaba con vida al ponerse el Sol, la sacaban del pozo, pues se entendía que el dios seguía contento con la novia sacrificada anteriormente.



El presente
The New Encyclopædia Britannica explica que, después del año 900 de nuestra era, “la civilización maya clásica tuvo un rápido declive que dejó las grandes ciudades y los centros ceremoniales vacíos y a merced de la vegetación selvática”. Nadie sabe a ciencia cierta qué provocó la caída de aquella civilización. Algunos la atribuyen al desgaste de la tierra; otros, a la escasez de alimento, que obligó a los campesinos a recurrir a métodos agrícolas destructivos, mientras que los demás huyeron a ciudades que se hallaban de por sí atribuladas por la superpoblación y la miseria. Cualquiera que haya sido la causa, su cultura no se extinguió por completo, pues en la actualidad existen unos dos millones de mayas, concentrados principalmente en el norte de Yucatán (México) y en Guatemala.

En su mayoría dicen ser católicos, y la Iglesia ha hecho lo imposible por ganarse sus simpatías. Por ejemplo, “en 1992 —informó la agencia Associated Press—, año del quinto centenario de la conquista española de Guatemala, la jerarquía eclesiástica de la nación pidió disculpas por los abusos cometidos contra los indígenas durante la evangelización del país”.

Sin embargo, su conversión al catolicismo no implicó el abandono de la religión ancestral, sino todo lo contrario, ya que muchos sacerdotes aceptan que las ceremonias y creencias católicas se fusionen con rituales autóctonos. Un ejemplo lo tenemos en la tradicional creencia maya del animismo, según la cual todos los cuerpos (animados o inanimados) poseen fuerza de vida. La Iglesia ha asimilado el concepto, aunque disfrazado con un manto de catolicismo, lo cual motiva a varios clérigos a preguntarse cuánto paganismo puede tolerar su religión sin dejar de llamarse cristiana

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